Perú es el segundo mayor productor de cobre, plata y zinc en el mundo, el sexto de oro y el cuarto de molibdeno.
El sector minero contribuye aproximadamente entre 9 y 10% del PIB nacional, genera entre 15 y 20% de los ingresos públicos, y da cuenta de más del 60% de las exportaciones. Es además fuente de más de 200.000 empleos formales directos bien remunerados y, por cada puesto de empleo en la actividad minera, se generan adicionalmente 6.25 empleos en el resto de la economía. En el sector informal se estiman alrededor de 500.000 empleos adicionales. (1)
El COVID-19 está dejando en evidencia los puntos débiles de los mercados laborales del mundo. Diversas empresas mineras de todos los tamaños están ralentizando radicalmente o deteniendo sus operaciones, mientras que los trabajadores se ven obligados a quedarse en sus casas. Si bien las nuevas tecnologías y el acceso a internet hacen posible que muchos empleados trabajen a distancia, esta opción no está disponible en igual medida en todos los sectores o empresas de la economía y no se aplica a todos los trabajos.
La viabilidad del sector minero depende en gran medida de la existencia de condiciones de mercado predecibles y estables y de cadenas de suministro que funcionen. Cualquier alteración sustancial de la economía global puede generar graves incertidumbres, y así amenazar la producción y la productividad, con consecuencias para los trabajadores, los proveedores y las economías locales.
Por eso, la minería en Perú, así como en la mayoría de los países de la región, tiene como principal asignatura pendiente la construcción de confianza por parte de la ciudadanía, principalmente respecto al rol que cumple esta actividad en la reducción de brechas socioeconómicas.
Frente a este desafío, el aprovechamiento de los recursos públicos que genera la minería es un tema central. Según el director de la SNMPE, Pablo de la Flor, entre 2009 y 2018, las regalías mineras y el canon minero generaron alrededor de USD 11,700 millones, pero su ejecución fue de sólo el 35%, lo cual es principalmente consecuencia de debilidades en la capacidad del estado en sus distintos niveles para formular y ejecutar proyectos. (3)
El segundo gran desafío es coyuntural y se relaciona con la importante contracción económica que se produjo durante la pandemia. La reactivación económica nacional demanda acelerar la resolución del problema de viabilidad técnica y social de proyectos estratégicos y garantizar la generación de valor compartido en torno de ellos para el beneficio de las comunidades y habitantes de Perú.
¿Soluciones de automatización a futuro?
La adopción de soluciones mineras automatizadas, incluidos camiones de acarreo autónomos y centros de operaciones remotas, ha sido lenta pero constante. Uno de los primeros movimientos hacia la automatización se produjo con la iniciativa Mina del Futuro, del gigante minero global Rio Tinto en 2008. Desde un centro de operaciones remotas en Perth, Australia Occidental, los trabajadores operan vehículos mineros autónomos en minas a más de 1.200 km de distancia en la región de Pilbara en el oeste de Australia. (2)
Lo que sí es cierto es que, dependiendo de cuánto dure esta crisis, la industria minera podría ver grandes avances en tecnologías mineras autónomas en un futuro no muy lejano.
Si bien no es posible predecir cómo el COVID-19 afectará aún más a la industria minera, en HLC entendemos que esta debe reconfigurarse y prepararse para operar bajo modelos de gestión de proyectos y gestión del cambio que operen pensando en una nueva normalidad, una en la que pueda operar y sostenerse bajo las nuevas limitaciones y desafíos que tal pandemia trae consigo.
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